Crees que porque he estado enfermo pueden ignorarme. ¿Acaso me subestiman? He recogido las botellas en el río. Imagino que imaginas que Mercajulia sigue en los Fiordos. Que su esposo no es otro cabrón poseso. ¿Qué pasó con la botella verde? Has usado el contraluz para ver los mensajes ocultos. Seguro que imaginaste que estaban en blanco los papeles. Mi alegría es saber que, aunque no encuentres el mensaje, vas a usar los papeles para pintar o escribir. Mi confusión es una suerte de diario. Escribo. Te muestro los malos recuerdos. Puedo imaginar tu desnudez. Cada una de las cicatrices que llevas las conozco. He pasado varias horas eliminando los dibujos que dejaste en la pared. Creo que no te harían bien. Les he mirado las caras a todos estos hijos de perra del barrio. Le he partido la dentadura a uno. Dudo que vuelvan a molestarte. Les he enseñado el arma que siempre me acompaña. Simplemente, les enseño la empuñadura y el miedo los inunda. El alma se le desprende como una capa de piel. ¿Crees que no puedo volarte los sesos? Le he dicho al más chistoso. Lo he puesto a contar a los pelicanos. Su rosa es un degradado sepia.

Pero han sido inteligentes. Estos hombres bárbaros se les debe tratar con mano dura. He puesto orden. Deberías ver sus caritas de miserables. Luego organizaron peleas por dinero. Los gritos eran de angustia, todo era sucio. Usaban palos y se tiraban en el suelo. El frío era como un cordero, suave y vilmente, congelando las partes desde dentro.
Los vestigios de la guerra, piernas amputadas y con el denso olor pútrido de las patatas.

11.05
El loco de Midas sonreía. Su apariencia era afable. Le enseñé la pistola y apenas titubeó. Siguió gritando sobre el fin de los tiempos.

12.25
He enviado a algunos de estos perros estúpidos a buscar algunas patatas. Todos pelean o apuestan. Han puesto a hervir unos cueros reciclados de algún animal. Las patatas están podridas. Pero pueden hervir y mezclarse. El Loco de Midas me asiste. Revuelve y agrega leña al fuego. Le alcanzó algo de masticar. Lo ha devorado con avidez. Ahora, sediento de cosas comestibles, me sirve de gendarme fiel.
12.45
Tomad. Eh, tu pecoso esmirriado. Dígame, señor Dylan. Sírvele, sopa a todos, que el hambre no es buen remedio para males. Escánciales los mejores manjares de este paraíso.
Todos comen, solo quedamos el loco Midas y yo mirando los últimos vestigios de las patatas traídas del sótano.